¨De ratones y hombres¨: Dos hombres solos
A veces, cuando se acerca un montaje que espero con especial ilusión, me preparo afanosamente para la ceremonia. Cuando me enteré de que Miguel del Arco haría una versión de De ratones y hombres me conseguí el libro de Steinbeck en inglés. Me costó un poco lo del acento de Carolina del Sur, pero estaba entrenada por el Sawyer de la serie Lost (cuyo libro de cabecera era precisamente este). Lo cuento porque quiero decir que, cuando me senté en el Teatro Español para disfrutarla, conocía la bellísima historia, los personajes, su destino. Y sin embargo, fue como si descubriera las palabras por primera vez, y me dejé llevar por el vértigo del montaje.
No ha pasado tanto tiempo desde que Miguel del Arco nos maravillara con su exquisita La función por hacer, su primer espectáculo con Kamikaze Producciones. Desde entonces, ha dado numerosas muestras de una inteligente mirada escénica y una creatividad inspirada, hasta llegar a este regalo que es su visión brutalmente oscura pero irremediablemente luminosa de De ratones y hombres.
Desde la primera escena, cargada de poesía, humor y ternura (y fantásticamente iluminada), nos conmueven esos dos hombres que viajan juntos de trabajo en trabajo, compartiendo un sueño en un mundo (el de la América de la Gran Depresión, perversamente parecido al de hoy) marcado por la mezquindad de la tiranía, la incomprensión, la insensibilidad. Aferrados el uno al otro en su soledad y alienación, George y el ingenuo Lenny construyen su utopía de un lugar al que puedan llamar suyo. Pero después de que llegan al rancho, sus esperanzas -al igual que los mejores esquemas trazados para ratones y hombres- comienzan a truncarse.
Es impactante el trabajo de Fernando Cayo, junto al inmenso (cada vez más) Roberto Álamo. Aunque profunda admiradora del protagonista de Urtain, debo confesar que me asaltó una sensación parecida a la que tuve el mes pasado viendo la brillante Elling: todo el mundo hablaba del trabajo fantástico (lo es) de Javier Gutiérrez, pero quien me tenía absolutamente deslumbrada era Carmelo Gómez. De la misma manera, creo que es más fácil brillar como Lennie que como George. Y sin embargo, Fernando Cayo hace una composición cautivadora, profunda, emocionante.
La brutalidad y el afecto se mezclan en este juego sutil en constante movimiento (los cambios de escena son vibrantes). El espectador se siente fascinado por la certeza de acercarse a la perdición, envuelto en esta historia pequeña y poderosa, de la mano de grandes trabajos actorales masculinos (además de los protagonistas, se lucen Eduardo Velasco, Antonio Canal, Rafael Martín… -perdonen si no entiendo ese empeño de los directores con Irene Escolar, ni siquiera tiene frescura-), y una puesta en escena sorprendente.
De ratones y hombres habla del compromiso y de la soledad, de la esperanza y de la pérdida. Y por eso nos toca íntimamente. Si en Urtain (uno de mis montajes favoritos de los últimos años) el personaje de Álamo se preguntaba ¨¿qué he hecho yo para que todo lo que hago sea tan sucio?¨, Lenny podría preguntarse ¨¿qué he hecho yo para que todo lo que quiero se rompa?¨. Pero Lennie no se pregunta, Lennie sólo sueña con alimentar conejos en la granja que tendrá con George y, como todos nosotros a veces, sólo quiere escucharle decir a su amigo: ¨Nosotros no, nosotros somos diferentes¨.
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Nota mental (y esta vez, ajena)
¨La encomienda antigua del escritor no ha cambiado. Se le encarga exponer nuestras graves faltas y fracasos, sacar a la luz nuestros sueños oscuros y peligrosos, con el propósito de mejorar. Además, el escritor está obligado a celebrar la probada capacidad del ser humano para la grandeza de espíritu y del corazón, para la dignidad en la derrota, para el coraje, para la compasión y para el amor. En la interminable guerra contra la debilidad y la desesperación, éstas son las brillantes banderas de la esperanza y de la emulación. Yo sostengo que un autor que no crea apasionadamente en la capacidad de perfeccionamiento del hombre, no tiene dedicación ni lugar de pertenencia en la literatura.
El presente miedo universal ha sido el resultado de una ola progresiva en nuestro conocimiento y manipulación de ciertos factores peligrosos en el mundo físico. Es cierto que otras fases del entendimiento aún no han alcanzado este gran escalón, pero no hay razón para suponer que no puedan o no vayan a adelantar. De hecho, es parte de la responsabilidad del escritor asegurarse de que así lo hagan. Con la larga y digna historia que tiene la humanidad de mantenerse firme en contra de sus enemigos naturales, a veces enfrente de una derrota casi segura y de la extinción, seríamos cobardes y estúpidos al abandonar el campo en la víspera de nuestra mayor victoria posible.¨ John Steinbeck, discurso de aceptación del Premio Nobel, 1962.
3 responses to “¨De ratones y hombres¨: Dos hombres solos”
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- 29 diciembre, 2012 -
Suscribo punto por punto tu magnífica entrada (aunque tuviera que verlo una segunda vez para darte la razón). 😉
Totalmente de acuerdo, a mi me encantó Fernando Cayo. Una pasada de obra, gracias.